Siempre he admirado a esa gente que es capaz de en el peor de sus momentos levantar la cabeza y decir “no pasa nada, estoy bien” y esbozar una sonrisa.
El otro día un conocido empresario, amigo mío, colgó en su Facebook un juego lingüístico que me gustó:
No es lo mismo escribir: “El que canta, las penas espanta” que escribir: ”El que canta las penas, espanta”. No, no es lo mismo.
Cuántos matices puede arrojar una simple coma. Algo tan pequeño ofreciendo un significado tan enorme.
Creo que en la vida es igual. Creo que las cosas pequeñas anticipan o significan a cosas grandes.
Estamos atravesando una crisis muy larga. La crisis ciertamente ha mandado al traste empresas, empresarios, trabajadores y, por supuesto, un modelo de hacer las cosas. Pero no todo han sido cosas negativas. Sin minimizar o despreciar un ápice las cosas negativas quiero enumerar algunos de los beneficios que pienso esta crisis nos ha traído:
• Muchas empresas se han reinventado.
• Hemos abierto nuevos mercados.
• Hemos aprendido a sufrir, a nadar contracorriente.
• Cualquier empresa que se monte ahora nace sobre cimientos sanos.
• Esfuerzo, el valor de las cosas. Productividad.
• Controlar los gastos superfluos.
• No buscar el beneficio rápido y fácil.
• Los jóvenes han salido al extranjero. Por necesidad, pero han salido.
• No hemos de endeudarnos tanto.
• Etc. etc…
Se me ocurren cientos de consecuencias positivas. Cientos de motivos para pensar que cuando venga la ansiada recuperación, que a mi juicio está ya cerca, nos vamos a sorprender con la eficiencia y eficacia de nuestras empresas y también, con su capacidad de crecer.
Los nuevos empresarios, los que nazcan a partir de hoy, han hecho probablemente el mejor de los postgrados, han tenido que reinventarse, salir fuera, ingeniárselas para vender en un entorno más que hostil. Y todo esto dará sus frutos.
Todos estos puntos enumerados son esas comas que necesita la frase para cambiar su sentido…
Eso sí, poner o no poner esa coma es cosa de cada uno. Es una cuestión de actitud.