El foco del mercado sólo puede estar puesto en un asunto cada vez, y como saben hace un mes que ese asunto es sólo Grecia.
La posición irreductible de ambas partes parecía irse suavizando y un (mal) acuerdo parecía cercano, después de haber tenido que oír cómo la retórica iba girando hacia la agresividad: Ya no éramos socios, ahora éramos “acreedores”, “chantajistas” y hasta “criminales”.
Todo esto duró hasta que por sorpresa el primer ministro griego decidió levantarse de la mesa y convocar un referéndum sobre si se debían aceptar las propuestas o no. De esta forma suspendió las negociaciones y abrió todas las quinielas sobre qué iba a pasar el día 30 (vencimiento de las obligaciones financieras de Grecia) y sobre qué iba a pasar el lunes, cuando se supiera el resultado del referéndum.
Habrán leído ya muchas cosas: Nuestra visión es que la situación es de oportunidad clara, pase lo que pase. La verdad es que el problema Griego ya no importa, puesto que la quiebra ya nos la hemos repartido entre todos los contribuyentes vía el BCE, el FMI y el FSM. ¿Y por qué no importa? Porque no amenaza al sistema financiero, como lo hacía hace 5 años cuando los bonos estaban repartidos por todo el sistema y se podía provocar un colapso tipo Lehman Brothers en 2008 debido al apalancamiento de los bancos
Hoy en día es bien distinto: El 2% del PIB Europeo es el máximo daño que vamos a sufrir, suponiendo un impago del 100% derivado de una vuelta al dracma, que se devaluaría rápidamente y haría imposible cumplir sus compromisos en euros (como pasó en los países asiáticos en el 98 o en Argentina). Pero no hay riesgo sistémico.
Nuestro escenario central es que con “sí” o con “no”, Grecia se queda. Así lo ha manifestado el ministro de finanzas alemán, y así entendemos que lo quiere Tsipras en realidad, volviendo a la mesa de la que se levantó 48 horas antes. Esto es una partida de póker larga en la que quedan muchas cartas por jugar, pero la salida del euro no está sobre la mesa.
Nadie quiere la salida porque un país débil como Grecia mantendría un euro débil y seguiría favoreciendo nuestras exportaciones, ni tampoco ceder a sus demandas por el terrible mensaje de debilidad que lanzaría el Eurogrupo a otros países. Hace dos años se les quitó el 53% de la deuda. Nosotros pensamos que este es el camino al que vamos, lento pero seguro.
Otra prueba la tenemos en los bonos griegos: No cotizan un default, de hecho se mantienen sorprendentemente fuertes. Además, no olvidemos que tenemos al BCE con un programa de compra de 60.000 millones de euros mensuales, que volverá a hacer subir al mercado de cara a fin de año, empezando por la renta fija.
Y esto significa volatilidad a corto, posibles caídas y mucha intranquilidad en el público general, pero una de las mejores oportunidades del año para invertir cuando mayor sea el pánico.
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