Llegan las predicciones sobre cómo será 2013.
Asesores de inversiones, inversores y demás administradores de patrimonio se ven inundados por las profecías de economistas, tertulianos, analistas, académicos y comentaristas del más diverso pelaje, que pelean por llenar ancho de banda mediático y con suerte publicar un libro. Déjenlo ya por favor, no funciona.
En un mundo en perpetuo cambio necesitamos creer que alguien tiene las respuestas acerca de qué pasará, por eso solemos ir en busca de “el experto”. Y en casi todos los sistemas complejos, como las relaciones macroeconómicas, no hay respuestas fáciles ni A implica B, pero nos encanta pensar que sí las hay y que además alguien las tiene:
- Otra Gran Depresión!! A comparar gráficos para ver cuándo saldremos!!
- Repetiremos la historia de Japón!!
- Reactivación del empleo el tercer trimestre de 2014!!
Parece cómico pero es así, resígnese: Los expertos no saben lo que va a pasar. Y tampoco lo sabían antes de la crisis, no crea.
Por si tiene alguna duda existe un interesante estudio de Philip Tetlock de la Universidad de Berkeley, un especialista en comportamiento financiero, que en 2003 terminó de analizar unos 300 académicos, economistas, reguladores y periodistas y más de 82,000 de sus previsiones contra los resultados posteriores en el mundo real. Las conclusiones son penosas: Ni siquiera batían una previsión aleatoria como la que obtendríamos lanzando una moneda al aire. Además irónicamente cuanto más famoso el experto menos precisas sus predicciones.
¿Debemos olvidarnos de los expertos? Afortunadamente NO. El estudio también midió otros factores, como su flexibilidad, su capacidad para cambiar de opinión ante nuevos hechos, etc. y reveló que los mejores expertos eran precisamente aquellos que realizaban previsiones más prudentes, abiertas al cambio y probablemente menos sensacionalistas (pero más rentables).
En resumen: Ante problemas complejos olvidemos respuestas simples, sale mucho más a cuenta adaptarse que profetizar.