“Hay que ver la crisis como una oportunidad”. Un mantra tantas y tantas veces repetido, pero que muy pocos saben de verdad poner en práctica cuando llega una crisis, como está sucediendo en la actualidad. Lo cierto es que es así, las crisis son siempre una fuente de oportunidades, quizás la más importante incluso, pero hay que saber verlas y, sobre todo, tener el arrojo de llevarlas a la práctica. La realidad es que la mayoría, aunque repita el mantra, ve las oportunidades cuando ya pasaron.
De fondo en este asunto hay reflexiones interesantísimas que tienen que ver con la inteligencia emocional, con los factores actitudinales, saber crear equipos, rodearse de los profesionales adecuados, un un sinfín de derivadas sobre las que se podría profundizar.
Pero ¿cómo lo hacen aquellos que aprovechan las crisis? ¿Esto se puede aprender o entrenar?
Dándole vueltas al tema, y con el objetivo de arrojar algo de luz a este asunto se me ocurría que, por no escribir un artículo teórico, y ya que abunda la literatura sobre esta cuestión, lo mejor era buscar ejemplos de empresarios o inversores normales que han sabido convertir la crisis en una oportunidad o que han tenido éxito en medio de una crisis, en una situación compleja y que he tenido la suerte de conocer de primera mano en mi experiencia como asesor.
Pues bien, vamos a tratar de resumir la historia de Miguel.
Miguel es el propietario de una empresa del sector alimentación. En la crisis del 2007, como todos sabemos bien (y hemos incluso experimentado de manera directa), las carteras de pedidos primero, las facturaciones después y, por último, los resultados, fueron cayendo a plomo y daba igual el sector en el que operase tu compañía. A esta situación se la entrada de los bancos en una de las mayores crisis de su historia, por lo que poco podían ayudar a las empresas.
Miguel era gerente y socio minoritario de una compañía que había perdido cerca de un 30% de su facturación y en la que, como consecuencia de los recortes que había tenido que poner en marcha, se había generado una situación muy tensa entre todos los socios. Los que no trabajaban no recibían nada, pues no había qué repartir, los que trabajaban recibían menos porque había menos para salarios y algunos habían tenido que dejar incluso de trabajar en la compañía porque había menos trabajo. Miguel estaba literalmente sentado en un polvorín empresarial y personal.
Sentado en su polvorín, Miguel pensaba: ¿qué hago? Y cientos de pensamientos iban y venían como nubes pasando en su cabeza: solo no puedo; pero la empresa es un avión, vale la pena; esta crisis es pasajera; no he perdido clientes aunque sí márgenes y facturación; mis competidores venden a pérdidas, no aguantarán mucho tiempo; si tuviera dinero me dedicaba a comprar a otras empresas; el banco no me puede ayudar ahora y tampoco quiero endeudar más mi empresa; ¿y si busco un socio?; pero ¿quién va a querer entrar en mi empresa justo ahora en este momento?
Miguel sabía que existía una solución, pero no sabía ni dónde encontrarla ni cómo ponerla en práctica. Su instinto le decía que era su momento, aun a pesar de todos los riesgos y aun a pesar de los problemas propios de la crisis por la que estaba atravesando su empresa.
¿Qué hizo Miguel? Decidió llamar a un amigo suyo que en su día había incorporado un socio a su accionariado y al que le había ido bien. Miguel le admiraba y lo consideraba un ejemplo a seguir. Quedaron a tomar un café, este empresario le explicó que existían despachos especializados en esto, y nos vimos en una mesa sentados escuchando la historia de Miguel.
Miguel tenía un plan en su cabeza, lo primero fue aterrizar ese plan y poner negro sobre blanco. Plan de negocio, proyecciones financieras, escenarios, valoración. Tras el análisis preliminar Miguel y nosotros como asesores suyos pusimos en marcha un proceso organizado que terminó de la siguiente manera:
Miguel dio entrada a un fondo que le permitió, por el lado del capital, comprar las participaciones del resto de minoritarios, hacerse con la mayoría, y sustituirlos por un socio como él, con ganas de crecer y de ganar dinero. Por el lado de la deuda, el fondo que invirtió en su compañía, junto con una entidad bancaria traída por el propio fondo inyectaron una importante suma de dinero que había de destinar sobre todo a la compra de determinados competidores. Sí, los que aparecían en el minucioso plan que había trazado Miguel junto con sus asesores y que Miguel había conseguido vender.
Los familiares se fueron contentos porque Miguel no les había fallado y les ofrecía una solución interesante. Había quien realmente necesitaban el dinero y algún otro quiso seguir apostando por Miguel, decidió permanecer en el capital y ahí sigue. El fondo contento porque creía en la compañía, en el plan de negocio que financiaba y sobre todo porque creía en Miguel. Los asesores contentos por la operación y por todo lo aprendido de Miguel.
¿Y Miguel? Contento porque había sabido convertir la crisis en una oportunidad, en la oportunidad de su vida, y ahí sigue, creciendo y creciendo. Y en esta crisis con todo lo que aprendió en la anterior seguro que nos vuelve a llamar “buscando lío”. Y ahí estaremos, claro.