Comienzo esta breve reflexión acerca de la valoración de una empresa citando la clásica frase convertida en proverbio de D. Antonio Machado “sólo un necio confunde valor y precio”.
Dije en un post anterior que para valorar correctamente una empresa hay que tener los conocimientos financieros suficientes que nos permitan llevar a cabo dicha valoración con los métodos aceptados por la comunidad financiera que existen en la actualidad; pero, sobre todo, es necesario conocer y sintetizar el modelo de negocio de la empresa que se va a valorar, sus palancas de negocio, sus puntos débiles y sus puntos fuertes, las principales variables que puedan incidir en el futuro de la compañía y por tanto en su valoración, etc.
Hay muchas maneras de valorar una empresa: por multiplicadores de ventas, de Ebit, de Ebitda, por descuento de flujos de caja…
Estoy seguro de que si pusiéramos a valorar a mil expertos, cada uno nos daría un valor distinto u otorgaría a la compañía un rango de valor diferente.
Además de las arriba citadas, hay otras maneras de valorar menos técnicas y que suelen ser traídas de la mano del vendedor: “es lo que me parece”; “Tengo mucho cariño a la empresa y es el trabajo de muchos años”; “tengo cuatro hijos, luego vale cuatro millones de euros: uno para cada uno”. Todos estos son ejemplos reales y por supuesto son válidos y respetables. El dueño de un activo puede ponerle el precio que quiera, faltaría más, al fin y al cabo es suyo. Podemos citar aquí de nuevo a Machado: “Que dos y dos sean necesariamente cuatro, es una opinión que muchos compartimos. Pero si alguien sinceramente piensa otra cosa, que lo diga. Aquí no nos asombramos de nada”. Pues eso, a la hora de valorar una compañía ya no nos asombramos de nada.
La fijación del rango u horquilla de precio de salida de salida suele ser un momento crítico en la fase de venta de una compañía. El vendedor quiere ganar más, el asesor quiere un precio de mercado, y el comprador lógicamente siempre dirá que vale menos.
Entonces… ¿Cómo doy el salto de valor a precio? ¿Quién convierte el valor en precio?
Recientemente recibimos el mandato de vender una compañía y nos pusimos a trabajar: análisis detallado de la compañía, elaboración de la documentación necesaria, primeras reuniones con potenciales compradores, primeras muestras de interés tras visitar la compañía y conocer al equipo gestor… y al final obtuvimos cinco ofertas de compra.
La valoración de cada uno de los potenciales compradores era completamente diferente: cinco valores –como no podía ser de otra manera-. La oferta ganadora fue la del mejor postor, claro. ¿Quién determinó el precio de la compañía? El mercado.