La empresa española se enfrenta a una doble situación de déficit a causa del Gran Confinamiento, como ha bautizado a esta crisis el Fondo Monetario Internacional. De un lado, un déficit consecuencia de la suspensión o restricción de la actividad, y de otro uno mucho más incierto que se generará como consecuencia de la situación macroeconómica y su futuro impacto en las ventas.
Según el FMI, la caída del PIB mundial a causa del covid19 será del 3% y de un 8% en nuestro país, donde, además, pronostica este organismo, el desempleo podría acercarse al 20,7% a finales de año. Por su parte, el Banco de España, anticipa un escenario en el que el Producto Interior Bruto podría caer entre el 6,6% y el 13,6%, con una recuperación en el supuesto más favorable del 70% para 2021.
En el día a día de las dolorosas cifras de fallecidos y en mitad de las etapas de desescalada, los empresarios españoles se han visto obligados a tratar de ajustar las previsiones de gasto con una inesperada reducción de ingresos. Para ello han ido adoptando medidas destinadas sobre todo a la reducción de personal, con los famosos ERTES, buscando liquidez a través de las medidas implementadas por el gobierno y, a menudo, cambiando sus estrategias de negocio al ritmo que marca la epidemia.
Un entorno, pues, de lucha por la adaptación, con una doble vertiente de riesgo, con el añadido de no poder hacer proyecciones financieras y de negocio sólidas. Las crisis financieras se resuelven proyectando escenarios, lo peor que se descuenta es la incertidumbre, y en este caso no sabemos cuál va a ser el impacto real del Covid19 en la economía. Nadie sabe lo que nos vamos a encontrar al salir del shock del confinamiento. Algunos analistas hablan de recuperaciones en V, otros de U, o de L y el gobierno dibuja una V asimétrica. Otros se sitúan en el peor de los escenarios.
A nivel país, si no se ponen en marcha las reformas estructurales necesarias, dados los actuales niveles de endeudamiento que tiene España, así como los incumplimientos constantes en las cifras de déficit nos pueden llevar a una situación insostenible. Las consecuencias de esta inminente crisis, actuarán primero sobre el empleo, a continuación sobre el consumo y, finalmente, sobre las cuentas de resultados de las empresas.
Las empresas ahora tendrán que hacer un esfuerzo por proyectar y dibujar diferentes escenarios. De estas proyecciones saldrán muchas conclusiones porque evidenciarán seguro un déficit que habrá que cubrir de alguna manera, y empezarán a pensar en posibles soluciones. Se trata, llegados a este punto, de volver a acompasar cuanto antes las previsiones de ingresos con las de gasto. El déficit que podemos llamar coyuntural y que venga de la mano del parón obligado por el confinamiento se cubrirá con soluciones coyunturales. Por ejemplo, con los préstamos ICO que se han anunciado por parte del gobierno (si se aclara el estado actual de los mismos) u otras soluciones que se puedan articular con proveedores y acreedores en el corto plazo. El otro déficit, el que podemos llamar estructural, tendrá que solucionarse de la mano de soluciones estructurales.
Estos últimos años algunos políticos y economistas han demonizado términos como recorte o contención del gasto, incluso parece que tener superávit es un agravio a la sociedad. Sin embargo, es lógico y saludable desde el punto de vista financiero adelgazar la estructura de gastos al máximo en momentos de crisis, para evitar comprometer el futuro de una empresa. Hay que renunciar a todo gasto que no sea verdaderamente importante. Por la salud de la propia compañía, pero también para ganar credibilidad frente a los acreedores.
En cuanto al sector financiero, uno de los que ha experimentado más cambios en los últimos años, el socio del Multi Family Office valenciano, considera que la experiencia acumulada en relación a crisis pasadas le ha permitido enfrentarse mejor a las consecuencias de las pandemia. Han aparecido en escena nuevos actores en el panorama de la financiación y han traído soluciones nuevas, estructuras diferentes por el lado de la deuda o del capital. Los conocemos bien y estamos convencidos de que van a ser parte de la solución y van a jugar un papel decisivo, tanto por lo que pueden ofrecer como por el know how que pueden volcar en las empresas.
Por último, sería conveniente revisar la legislación concursal, destinada a evitar el mayor número de quiebras. Quizás sería interesante llegar a algún tipo de acuerdo de Estado para crear ese marco con herramientas útiles y seguridad jurídica.